TEMPVS

Exposición TEMPVS. Sevilla 2007 Sala Imagen

I. En su diálogo Timeo, Platón expone su teoría de la formación del universo y la introducción, por parte del Demiurgo, del concepto “tiempo” como una regularidad ordenadora, dividida en periodos susceptibles de medición como el día, la noche, los meses y los años.
Para Platón el tiempo es cíclico a semejanza del movimiento circular de las esferas. También el pensamiento griego general asociaba el tiempo con el movimiento circular y entendía que los asuntos humanos forman un ciclo circular natural en el cual todo se genera y muere. El tiempo se completa con el movimiento y sobre todo con el movimiento vital. La palabra “aion” significa tanto “tiempo” como “vida”. La vida se mueve en el ciclo del tiempo.
Tiempo = Vida.

Efectivamente, aunque podamos observar fenómenos o huellas de su transcurrir, el tiempo es inasible e intangible. Las manifestaciones del tiempo, o mejor dicho las formas en que se manifiesta, han sido motivo de intriga y estudio para los artistas de todas las épocas: desde la pintura narrativa  en los códices medievales hasta el dinamismo futurista.
Al referirnos al concepto tiempo aplicado a la obra artística nos llegan o asociamos de manera inmediata varias reflexiones: El periodo de creación y producción de la obra, la perdurabilidad de la misma y la dimensión temporal que la propia obra pueda sugerir, un momento determinado, un instante o una constancia (contenido artístico que incumbe al espectador).


En el caso que nos atañe, se añade una cuarta reflexión, a modo de cuarta dimensión y bajo la concepción platónica antes referida: el tiempo como periodo vital, como etapa de conocimiento o como medida temporal de conciencia (expresado voluntariamente por el artista).
Vida = Conocimiento.
En el estudio de la obra de Luis Quintero, esta interpretación del termino -aunque nos centremos principalmente en su escultura- debe hacerse extensible a todas las disciplinas que aborda.

II. Establezcamos, desde ya, esa correlación: tiempo = vida = conocimiento Y establezcamos, además, una última relación que aportará la clave esencial de esta muestra: el simbolismo de la cabeza como receptora tanto del conocimiento como del alma humana. Conocimiento = cabeza.


Durante milenios la cabeza ha sido considerada centro de poder, el núcleo central de la identidad individual y el vehículo primario para la expresión humana, la emoción y el carácter. Desde la Antigüedad y a lo largo de la Edad Media se creía que el alma residía en la cabeza; como articularon desde Platón a Averroes, quienes explican que la cabeza es dominante y divina y hasta allí sobrevive o reside la muerte (frente a la otra corriente aristotélica que favorecía al corazón como receptor del alma). En la producción de Quintero existen tantas cabezas exentas que podrían hacer creer que algún iconoclasta moderno habría pasado por su estudio con violenta e intransigente actitud.

Si la visión actual del arte impone un ritmo más practico, más vertiginoso, la propuesta de Luis Quintero es más reflexiva, más quieta, más serena, menos fugaz; por eso apenas hay sonrisas, apenas hay expresiones de momentos determinados o concretos. Esta  ausencia de expresividad histriónica debe ser relacionada con la representación de un estado de serenidad, de búsqueda o de felicidad trascendente; al igual que ocurre en los rostros de las esculturas medievales que representaban santos o personificaciones de conceptos religiosos, cuya expresividad es casi nula a pesar del creciente naturalismo evidente en el arte del periodo gótico. Encontramos una similitud históricamente más cercana en las obras del escultor simbolista Aristide Maillol, cuyas piezas escultóricas poseen gran fuerza pero nunca son rebuscadas y apenas expresan emociones más allá de una seriedad impasible. ¿Cómo calificar o materializar la sensación temporal de aquellos que duermen o de quienes se abstraen en un momento de oración? En el sueño, como en la meditación, el tiempo se detiene.
La obra de Luis no es transitoria, no habla del instante sino de leyes generales de un momento global, de lo valido para siempre. Es una obra meditada y meditativa. Sin pretensiones doctrinales, pues nos acerca tanto al hallazgo definitivo como a la eterna duda -inevitable método de conocimiento, hoy en día descartado por completo de los foros mediáticos masivos.

La representación física de la correlaciones anteriormente establecidas se halla en las dos piezas que vertebran el sentido analítico de Tempvs. Tanto el nacimiento (Maeternidad) como la muerte ( Caput mortum) están representados por cabezas. Entre ellas, debemos incorporar una tercera pieza -también una cabeza- que con el lúdico título de La Muerte por delante simboliza el intervalo vital. Como representación de ese viaje aparece, en su interior, un barco. Estas son, realmente, las piezas que dan apertura y cierre a la muestra, las que recogen de manera lineal y narrativa el espacio vital dedicado al aprendizaje como camino, como viaje (v. también Infancia) y al conocimiento como meta.
Cuando ese conocimiento está vacío o esa meta no ha sido lograda, también su representación aparece vacía ( Pis, La paz), a modo de vanitas contemporánea.

“En el Zóhar, la ‘cabeza mágica’ simboliza la luz astral; en el arte medieval simboliza la mente y la vida espiritual, por cuya razón aparece con gran frecuencia como tema decorativo. Por otro lado en su Timeo, Platón dice: ‘la cabeza humana es la imagen del mundo’. Leblant ratificó esta idea señalando que el cráneo, como cima semiesférica del cuerpo humano, significa el cielo. Es evidente que se trata de la cabeza y la esfera, cuyo simbolismo de la totalidad es conocido.” (1)

III. La obra de Luis Quintero fascina por su capacidad introspectiva -aspecto que acerca nuevamente su trabajo a una concepción simbolista- pues poco nos muestra del mundo exterior (a excepción de la piezas Cadena y Contra Esopo).

Y en esa mirada hacia “los bosques del pensamiento” nos habla de deseos, luces y belleza pero también de miedos, sombras o dudas. O de todo en uno, pues la belleza en su obra está ligada tanto a lo bello, como a lo sublime como a lo pintoresco. Lo bello, pertenezca a la naturaleza o al arte, es finito, cercano y confiable, es uniforme y proporcionado (Infancia): lo sublime, en cambio, es infinito, distante y atemorizante (La Paz, La Expulsión del Paraiso), lo pintoresco es singular, extraño e impulsor de la imaginación (Edipo, La Puerta del Averno). En esa mixtura reside tanto lo atractivo como lo perturbador de esta obra. Quizás esta afirmación resulte redundante, pues nada más atractivo que lo que perturba.


Aunque no es el caso que analizamos, creo adecuado traer a colación el siguiente comentario: “A propósito del arte contemporáneo se ha hablado muchas veces del feísmo y del gusto por lo feo, pero lo propio de los artistas de nuestro tiempo no ha sido tanto crear ‘obras feas’, cuanto rechazar la disyuntiva belleza-fealdad por no creerla pertinente” (2)


Son varias las disyuntivas maniqueístas de este tipo que Luis Quintero pone en entredicho mediante su trabajo, pues para él no existen certezas incuestionables o verdades absolutas -o, al menos, no de momento. Así debe entenderse la versatilidad técnica de su “corpus” operístico, que, en ocasiones, cuestiona la misma idea mediante planteamientos técnicos y matéricos variados. Este es el resultado de un análisis complejo, de una reflexión profunda que huye de lo superficial, de lo aparente y de lo que se da por válido sin más. Incorporando, de esta manera, el quehacer de este autor en la más pura tradición clásica y, alejándolo -por suerte- del vacuo signo de los tiempos actuales. Esta capacidad reflexiva se une a un conocimiento del medio. Definitorios y descriptivos resultan, en este sentido, el oficio bien aprendido y el virtuosismo que despliega en cada una de sus piezas escultóricas; cualidades artesanales que desmarcan cualitativamente el trabajo de Quintero del de la mayoría de escultores de su generación.

IV. No quisiéramos acabar este texto aproximativo sin exponer unas breves notas sobre algunas de las obras mostradas. Notas que ratifican las diversas tesis -esquematizadas en los párrafos anteriores- que hemos barajado para la concepción teórica de esta exposición. Las tres piezas que llevan por título Tempus I, II y III, con los subtítulos respectivos de Pasado, Presente y Futuro no sólo justifican el título de la muestra y la interpretación curatorial que se hace de la obra de Luis Quintero sino que, gracias al propio soporte sobre el que se ha trabajado, colaboran a la sencilla lectura de esta interpretación.. La piedra con fósiles  y los acrósticos que sobre ella reposan son símbolo y signo evidentes de la reflexión que Luis Quintero ejercita sobre el concepto titular de la exhibición, el tiempo.

Las otras dos piezas sobre las que quisiera llamar la atención son La Noche o Reloj lunar y Ciclo. En la primera aparecen doce huevos a modo de doce horas y como representación del nacimiento. El vuelo del ave es el viaje de la vida. La presentación del tiempo, en este caso, es lineal. En Ciclo nos encontramos el círculo como indicador de movimiento, el reloj, el tiempo circular tal y como lo entendían los griegos. El doble sentido del título da juego a que el hombre, la vida, se monte sobre las dos ruedas-relojes; las cuales se pueden interpretar, una vez más, como el nacimiento y la muerte; enlazando esta interpretación con las piezas inicialmente citadas (Maternidad y Caput Mortum)
El tiempo también ha dejado su huella en la obra de Luis Quintero, reflejada en su madurez y sosiego, en un trabajo más liberado de urgencias. Para Luis el tiempo es vida y él, mediante su obra-como el poeta- también confiesa que ha vivido y que ha conocido. En cierta ocasión, le oí decir que sólo tenía dos certezas. “que nací y que no estaré”.

(1) Juan Eduardo Cirlot. Diccionario de símbolos. Ediciones Siruela, Madrid, 2003. Pág. 119

(2) Valeriano Bozal. El gusto.  Ed. Visor. Col. La Balsa de la Medusa. Madrid, 1999. Pág. 142

Francisco M. Cano

TEMPVS. Sevilla 2007 Sala Imagen

I.In his dialogue “ Timaeus”, Plato propounds his theory of the creation of the universe and the Demiurge´s creation of the concept of “ time” as bringer of order, divided into measurable periods such as day, night, months and years.
Plato sees time as cyclical, like the circular movement of spheres. Generally, Greek  thought also associated time with circular movement, and understood that human matters also followed a natural circle in which everything was born and everything died. Time becomes complete through movement  – above all through the movement of life. The word “ aeon” means both “ time” and “ life”. Life moves through the cycle of time.
Time = Life.
It is true that although we may see events or traces of its  passing, time cannot be grasped or touched. Manifestations of time – or rather, the ways in which time is manifestad –  have been the object of artists´  intrigue and research through all periods: from narrative painting in mediaeval manuscripts to futurist dinamism.

When  we talk of time in the context of art, a number of spontaneous thoughts or associations come to us: the period of the actual creation and production of the work, its durability, and the temporal dimension that the work itself might suggest  – a specific moment in time, an instant, a continuance  ( artistic content which it is up to the viewer to interpret).
For our purposes here, we should add a fourth idea, like a fourth dimension according to the Platonic concept referred to above: time as a lifespan, as a phase of knowledge or as a temporal measurement of consciousness  ( voluntarily expressed by the artist).
Life = Knowledge.

In Luis Quintero´s study, this interpretation of the term – even though we are focussing mainly on his sculpture – must be extended to cover all the disciplines he uses.

II.From here on in, let us estbalish the following correlation: time = life = knowledge, and let us furthermore establish one final connection which will carry the essentials key to this exhibition: the symbolism of the  head as keeper of both knowledge and the human soul. Knowledge = head.
For thousands of years the head has been considered the centre of power, the central nucleus of individual identity and the foremost vehicle of human expression, emotion and character. From ancient times up through the Middle Ages, it was believed that the soul resided in the head – an idea expressed by thinkers from Plato to Averroes, who explained that the head is dominant and divine and even that this is where death exist or resides ( as opposed to the Aristotelian idea that favoured the heart as the soul´s keeper). Quintero´s output has so many bodiless heads that they could give the idea that some uncompromising modern iconoclast has run amok through his studio.

If  current artistic vision sets a more realistis, faster rhythm, Luis Quintero´s stance is more reflexive, calmer, more serene and less fleeting. That is why there are hardly any smiles, hardly any expressions of actual specific moments. The lack of dramatic expression has to be connected to a representation of a state of calm, of a quest, or  of transcendent happiness; similar to what is seen on the faces of Mediaeval sculptures of saints or personifications of religious concepts, whose expressions are almost flat, in spite of the growing naturalism that can be seen in art of the Gothic period. We can see a closer similarity historically speaking in the work of the symbolist sculptor Aristide Maillol, whose sculptures have enormous strength, but could never be considered deliberately studied, hardly expressing any emotions beyond and impassive seriousness. How can anyone explain or objectify the way that a speeling person, or someone who suddenly gets lost in thought while talking, actually experiences the passing of time? In sleep, as in deep thought, time stands still.

Luis´ work is not transitory. It is not concerned with the moment, but with general laws which govern a global moment – something valid for all eternity. It is a deeply thought- out and deeply thoughtful work. It has no doctrinal pretensions, because it does not approach the definitive answer so much as the eternal doubt – which is the inevitable way of gaining knowledge. Something which these days is completely ignored in the forum of the mass media.

The physical representation of the correlations set out above can be found in the two pieces which form the backbone of the analytical meaning of Tempvs . Both birth ( Maternidad) and death ( Caput Mortum) are represented by heads. Between them we should incluye a third piece – also a head – which, under the not altogether serious title of La muerte por delante, symbolizes a lifespan. To represent the journey, inside it there is a boat. These are the pieces which really open and close the exhibition, works with a linear and narrative take on the area of life dedicated to learning as a road, as a journey ( see also Infancia ) and knowledge as a goal.

When the knowledge is empty, or the goal has not been achieved, its representation also seems empty ( Pis, La Paz ) like a modern-day vanitas.

“ In the Zohar, the `magic head´symbolizes astral light; in Mediaeval art it symbolizes the mind, or spiritual life, which is why it is so often used as a decorative motif. On the other hand, in his Timaeus, Plato says         ` The human head is the image of the world. Leblant confirmed this idea by pointing out that the skull, as the hemispherical top of the human body, signifies the heaven. It is obvious that this is the head and the sphere, whose symbolish of totality is well-known”. (1)

III.Luis Quintero´s work fascinates because of its capacity for introspection – something which again brings his work into the realm of the symbolist concept – since it shows us very little of the outside World ( apart from the works Cadena and Contraesopo ). And with this gaze fixed on the “ forest of thoughts”, he tells us of desire, lights and beauty,  but also of fears, shadows and doubts. Or sometimes of everything at once, since the beauty of his work  is as closely bound to the beautiful as it is to  the sublime, and to the picturesque. Beauty belongs to nature or art, it is  finite, it is close andi t can be trusted:  it is uniform and correctly proportioned ( Infancia ). Te sublime, on the other hand, is infinite, it is distant and it is to be feared ( La Paz, La Expulsión del Paraiso). The picturesque is singular, it is strange and it drives the imagination  ( Edipo, La Puerta del Averno). It is the mixture which makes the work both attractive and disturbing. But that statement might be redundant, since there is nothing more attractive than that which disturbs. Although it is not the case in hand, I think it is quite appropriate to bring up the following comment: “ A lot has been said with referente to contemporary art about uglyism, and the enthusiasm for what is ugly. However, what artists of our times have done is not so much create ´ugly works´as to reject the beauty/ugliness dilemma as an irrelevante.”(2)

There are several such Manicheist dilemas which Luis Quintero calls into question through his work, because he sees no unquestionable certainties or absolute truths –  at least for the moment. This is how one should see the technical versatility of his body of work which, occasionally, questions the same idea through approaches using varied techniques or materials. This is the result of a complex analysis, a detailed reflection which keeps a good distance from the superficial, from appearances, and from anything which is taken as valid without question. By doing this, it incorporates the output of the artist into the purest classical tradition and removes it – happily – from the empty sing of current times. This capacity for reflection merges with a knowledge of the medium. Thus we can see the definition, the descriptiveness of well-learned craft and virtuosity displayed in each of his sculptures; these are the craftsman´s qualities which make Quintero´s work stand out so much from the work of the most sculptors of his generation.

IV. We could not end this general overview without a few brief comments on some of the works on exhibit. Coments which support the various these ( set out in the paragraphs above) which we have laid out to form the theoretical concept of this exhibition. The three pieces entitled Tempus I, II and III, with their subtitles  Pasado, Presente and Futuro not only justify the title of the exhibition and the curatorial interpretation of Luis Quintero´s work, but also, because of the actual support that he was working on, contribute towards the straightforward reading of this interpretation. The stone with its fossils and the acrostics lying on it are clear symbols and sings of the thought porcess that Luis Quintero dedicates to the titular concept of the exhibition, time. The other two pieces which I wished to draw attention to are La noche o Reloj lunar and Ciclo. In the first one, there are a dozen eggs, like twelve hours, as a representation of birth. The bird´s flight is life´s journey. In this case, the presentation of time is linear. In Ciclo, we find the circle as indicador of movement: the clock – circular time just as it was understood by the Greeks. The double meaning of the title ( “Cycle”) plays on the fact that man, life, rides on the two clock-wheels, which can again be interpreted as birth and death.

This interpretation ties in with the pieces cited at the beginning (Maternidad and Caput Mortum ).
Time has also left its imprint on Luis Quintero´s work, as can be seen in its maturity and inner peace, in a work which is now more free of urgency. Luis sees time as life and through his work – much like a poet – he also confesses that he has lived, that he has known things. I once heard him say that he had only two certainties: “ that I was born, and that in the future I will not be here”.

(1)Juan EduardoCirlot, Diccionario de símbolos ( Madrid: Ediciones Siruela, 2003), p.119.
(2)Valeriano Bozal, El gusto ( Madrid: Ed. Visor. Col. La balsa de la Medusa, 1999), p.142.
Francisco M. Cano