La Luna, madre del agua, actúa sobre los líquidos. Los líquidos disuelven los pigmentos. Al secar, los jugos de los colores aplicados sobre un soporte se evaporan y los pigmentos se solidifican. Una vez secos, quedan fijadas las tierras, las sangres vegetales, los óxidos y las lacas.
Al salir del séquito lunar, los colores eluden el influjo del satélite. No se sabe a ciencia cierta si otras lunas de mayor tamaño son capaces de influir sobre los colores desecados. La nuestra, sólo a regañadientes, consiente iluminar los colores, hijos del Sol. De modo que si observamos una superficie coloreada a la luz de la luna, sólo veremos con mayor claridad los colores que aún conservan algo de humedad en su mezcla, reflejando la poca luz existente.
El Sol, padre de la luz, siente clara predilección por los colores concretos y asentados. De carácter benévolo y justo, ayuda a los colores más tiernos a desprenderse de todo resto de humedad que pudiera quedar en ellos, y, secándolos, los vuelve firmes. Desconfía de los líquidos hasta tal punto que el más excelso de ellos, el mar, desposeído de color, se ve obligado a tomar prestado el tinte de las cosas que le rodean.
Desde tiempos muy remotos el ser humano se empeña en reconciliar estas dos actitudes, ofreciendo a la luz, hija del Sol, superficies coloreadas con líquidos. Los encargados de realizar estos tributos sufren mucho durante todo este proceso, por estar compuestos ellos mismos, en un porcentaje bastante alto, de agua.
20-02-2005
ON INFLUENCE AND COMPOSITION
The Moon, mother of water,can act upon liquids. Liquids dissolve pigments. When they dry, the liquid part of the colours applied to the support evaporates, and the pigments solidify. Once they are dry, the earths, the vegetable dyes, the rusts and the lacquers are all fixed.
Once beyond the moon´s sphere, the colours escape any influence the satellite has. It is not known for certain whether other larger moons can have any influence over dry colours. Ours will only reluctantly consent to illuminating colours, the children of the Sun. So if we look at a coloured surface by moonlight, we will only see with more clarity those colours which still have a certain level of humidity in their mixture, reflecting how little light there is.
The Sun, father of Light, clearly favours defined, fixed colours. Kindly and fairly, it helps the softest colours shake off any humidity which may remain within them. It distrusts liquids to such an extent that the most majestic of them all – the sea – being deprived of colour, has to take on the hues of the things around it.
Since time inmemorial, mankind has dedicated itself to uniting these two attitudes, offering light, dauther of the Sun, surfaces which have been coloured with liquids. Those responsable for creating these tributes suffer a great deal throughout the process, since they themselves are, to a fairly large extent, made up of water.
20-02-2005